«Créetelo, una pizca de motivación». Llevo una semana premonitoria y en dos conversaciones ha salido la esta idea: «creérselo un poquito». Siempre en diferentes contextos y diferentes situaciones, todo en torno a la motivación, un tema que no deja de «perseguirme».
Ayer hablando con una amiga que trabaja en otro país de la UE, donde el concepto de tasa de paro nada tiene que ver con lo que sufrimos aquí, me comentaba que existe en algunos españoles un sentimiento de inferioridad respecto a otros europeos a la hora de exponer su trabajo.
Como digo en el párrafo anterior, de creérselo un poquito y darnos un poco más de cancha (que tenemos una tendencia innata a fustigarnos de mala manera). Eso crea una situación de inseguridad que nos impide conseguir nuestras metas o por el contrario, surge una necesidad continua de demostrarlo eternamente (con lo cansado que es eso…).
Hilvanando esto con la segunda situación, en una conversación con alguien a quien le tengo respeto profesionalmente (aunque esto suene tonto, últimamente me resulta difícil mantener la compostura ante tanto expert@ al que le quitas la pátina y sólo obtienes más pátina o alguien que patina, chiste malo…) me indicaba la necesidad de creerse las ideas, la importancia de creerse lo que uno hace para poder defenderlo ante los demás. Ya sé que no resulta fácil, pero el primer paso es intentarlo, no rendirse y trabajar.
Encontrar la motivación
Uniendo ambas ideas, uno de los pilares más importantes que encuentro en la orientación laboral es ayudar a encontrar la motivación y seguridad en nosotros mismos, indagar e investigar qué podemos hacer para que lo hagamos y decidamos dependa de nosotros mismos y no del entorno. Como dirían en psicología, potenciar el locus de control interno y disminuir el locus de control externo.
Volviendo al tema, que me voy por las ramas con demasiada facilidad, encuentro dos perfiles muy diferenciados:
- Unos que se creen que son los/as nuevos/as Mesías, o descubridores de ciertas áreas o temas, que enarbolan la bandera de la experiencia como seña de identidad en un alarde de egocentrismo, falta de autocrítica y mediocridad sin igual (ha quedado un poco bestia, ¿no?).
- También se encuentran aquellos que aún sabiendo hacer, teniendo conocimientos, sumando competencias excelentes, no acaban de creérselo y eso frena su desarrollo.
Pues un punto medio, que es la clave de todo.
Algunas sentencias (entiéndase el tono peyorativo) de motivación:
- Nadie es más ni menos que tú.
- Todo tenemos un talento, parte de nuestra vida es encontrarlo.
- Si tú no te lo crees, nadie va a creérselo.
- Arriesgar y equivocarse es parte de proceso de motivación.
- Como las musas, la motivación sólo se encuentra trabajando o estudiando (a veces no).
- No dejes que los demás te digan quién eres y qué tienes que hacer.
¿Y tú en qué grupo de motivación estás?
No podía estar más de acuerdo. Primero en ese sentimiento de inferioridad. Que va desde el miedo escénico, aunque la persona que tenga que exponer sea un erudito, y pasa por el sentido del ridículo por el «qué dirán». ¡No importa que seas un experto en la materia! Andas preocupado por los demás. Triste pero tiene solución.
En cuanto a los gurús (les llamó así) son personas que han emergido de la nada, y que hablan con gran facilidad de temas diversos. Son expertos en tantísimas áreas que marean. Sobre todo en el campo de las redes sociales. Un lugar donde hay mucho que aprender y a diario.
Yo soy licenciada en publicidad, pero ¡qué más da! si todos pueden comunicar hoy día, y saben de estrategias, de creatividad, etc. Bien es cierto que defiendo el talento innato y que tampoco es obligatorio pasar por la universidad, tampoco es una garantía de talento. Pero, por favor, dejemos los egos encerrados en el armario y dejemos a la persona. Tal vez no tenga un master, ni haya estudiado en Harvard, pero su vida personal, puede haber sido un complemento a su formación ideal, donde la asignatura: humildad fue aprobada con matrícula de honor.
Un placer leerte, como siempre
Joana