Feliz a todas horas, ¡qué cruz!. Supongo que escuchar Anthony and The Johnsons no es la alegría de la huerta, pero mientras trabajo me ayuda a concentrarme, o no, porque en estas cavilaciones, tribulaciones y anomalías mentales se me ha ocurrido escribir sobre la felicidad «full time».
¡Qué pereza! Ahora parece que todos nos tenemos que desayunar una foto + frase de Paulo Coelho (sustitúyase por cualquier otra de espectro autoayuda y auto…, pon lo que tú quieras) porque señoras, señores, hay que ser felices a todas horas. Qué hartazgo.
Está muy bien eso de la felicidad, en esencia es algo por lo que todo «hijo/a de vecino/a» lucha en este mundo; pero adoptar la felicidad como estado general nos hace más imbéciles. Sí, imbéciles, tanto como adoptar como leif motiv la frase: es lo que hay. Es como atrofiar una serie de emociones que todos y todas, llevamos de serie. Yo me pregunto, ¿si estás todo el día feliz sabes reconocer otro tipo de emoción?, es obviar que tienes multitud de emociones y sensaciones que no sabrás experimentar, o que el día que no las experimentes un agujero negro puede comerte. Vaya tela.
Felicidad full time.
La felicidad eterna, absoluta, full time, no existe (diréis que si me he quedado calva después de tamaña afirmación).
Lo que más me preocupa de todo este «reparto a manos llenas» y de «estado emocional por decreto» es que estamos configurando una serie de preceptos erróneos y malsanos (como hacer de la felicidad un negocio y una profesión).
La tristeza es un estado de igual calibre e igual de sano que la felicidad. ¡Toma! Sí, no se trata de estar tristes a todas horas, eso tiene otro nombre y además es una patología, pero si hoy alguien dice que tiene un mal día o está triste, empiezan a sonar las alarmas y no se entiende, porque si no eres feliz es porque tu no quieres… Seamos serios y dejémonos de psicología barata.
En línea, la tolerancia la frustración en esta «era de la felicidad full time» se torna como el paso del Rubicón y así vamos creando pequeños monstruos, personajes, «androides» cuyas exigencias y capacidad de adaptación terminan en cuanto se bajan de esa noria de felicidad; y no me vengas con que todo lo que haces en tu vida te hace feliz…
Tener un mal día.
Aplicado a la búsqueda de empleo, claro que puedes estar triste un día, llorar después de una entrevista de trabajo, sentirte triste porque a veces, a pesar de que sigas mil y un consejos no logras tu objetivo, no logras el trabajo que quieres… Ojo, suponer que alguien que no consigue sus objetivos es siempre culpa suya (locus de control interno, ver Wikipedia), es lo mismo que decir que es tonto/a porque puede hacerlo y no hace (ejemplos como si no estás en las redes no encontrarás trabajo, qué fatiguita…). Cuánta simpleza (esto si que se está convirtiendo en un estado generalizado). El entorno, las oportunidades, existen, y no siempre son iguales para tod@s y no vale con poner el «viral» de turno y las historias excepcionales, por eso son excepcionales, pero no te preocupes que ya vendrá el/la «iluminado/a» de turno y te contará una milonga.
Los mortales, como tú y como yo tenemos días felices, días tristes, días de furia (sí, como Michael Douglas), días de euforia y días de todo y no por eso tengo que poner una tostada con una sonrisa dibujada ni tirarme al cadalso porque se acabe el mundo, sólo son estados, emociones, sensaciones que no han de determinar nuestra vida, ni mucho menos menospreciarnos por creer que no pertenecemos al club de la felicidad.
Qué cierto lo que comentas. Es imposible, permanecer feliz ante cualquier eventualidad que se presente en nuestras vidas, de lo contrario, no seríamos humanos. Ahora bien, por «supervivencia» mental, no me parece mal, tender a congraciarnos con nosotros mismos, luchando contra ese sentimiento cruento que nos tiraniza ante decisiones erróneas que hemos podido tomar, como es la maldita culpabilidad.
¡Saludos!
Gracias por comentar, es evidente que hemos de congraciarnos con nosotros, pero sin caer en un estado continuo de felicidad sin capacidad autocrítica y para con lo que te rodea.
Un saludo.