Creo que mi profesora de personalidad, quien nos obligó a utilizar la capacidad de conectar y relacionar ideas, propició que mi cerebro hiciese, cuanto menos, asociaciones inconexas como el título de este post y que da lugar al mismo (o al menos eso es lo que yo creo).
Tenemos que empezar por el principio, por la primera idea: querer ser segundo violín, que viene dada por esta carta escrita al El País, en la que una madre relata:
«Mi hija quiere ser segundo violín. No primero ni solista, ella lo que quiere es tocar tranquila en un segundo plano, porque eso le hace feliz. Pero el mundo está hecho para los que quieren ser famosos, para los que sueñan con ser los primeros. En el colegio se premia a los que levantan la mano, los que exhiben sus logros y se sienten cómodos siendo el centro de atención… (cont.)»
La segunda idea viene por las/os nuevas/os influencer/emprendedores/as que utilizan LinkedIn para pontificar sobre lo duro que es emprender y «petarlo». ¡Acabáramos! Cuando llevas más de 15 años «emprendiendo» y tienes, sálvese la parte, como un bonobo, no dejas de sorprenderte y que todo lo que quieran hacer es petarlo, con lo que cuesta mantenerse, digo en el emprendimiento, en la farándula es otra cosa…
Dos enfoques, dos realidades en un mercado laboral que premia al «vocerío» y castiga al/la que no cuenta, no exhibe o no pregona, que como bien indica la carta: no obedece a una falta de profesionalidad sino a un desinterés por no ser «el primer violín», tan solo le basta con hacer bien su trabajo y crecer como profesional sin interés en ser la/el primera/o. ¿Esto como lo casamos con la felicidad en el trabajo? (Profesionales de la felicidad os necesitamos… ironía on).
En esa carrera desaforada por la marca personal por encima de todas/os/es se necesitan más segundos violines y menos «petadores/as» («petardores», mejor dicho) para que una compañía funcione igual que para que una orquesta suene bien hay que tener segundos violines. Esto entronca también con la necesidad de buenos mandos intermedios más enfocados en desarrollar al equipo, que en «petarlo» para subir al siguiente nivel, olvidando cuidar a sus segundos violines y premiando a quien más «alza la voz». Lo dicho, a veces, cuánto daño hace la marca personal o la ambición o el desconocimiento.
Petarlo (que según la RAE es estallar, explotar, agradar, satisfacer…) Ahora lo importe es petarlo y cuanto antes mejor y sin esfuerzo. Eso sí que lo peta (el nivel literario ha dejado de petarlo por el momento en este post). Preguntas cómo: ¿cuándo puedo ser jefa/e?, ¿cuándo voy a promocionar?, etc. lideran las cuestiones candentes en detrimento de qué voy a aprender, qué puedo aportar… Me estoy haciendo mayor y gruñona.
Me desconcierta tanto «primer violín», tantas ganas de petarlo y tantas ganas de petarlo sin esfuerzo, por aquello de la fama (pero no lo de fama cuesta, ser baby boomer para entender la metáfora). Seguramente si fomentásemos más los segundos violines muchos ambientes empresariales serían más confortables y menos hostiles para el desarrollo y crecimiento. Sin olvidar que, durante el camino habrá esfuerzo, contratiempos, y en alguna ocasión, puede hasta que lo peten.
¿Tú quieres ser segundo violín?